sábado, 15 de enero de 2011

La vida es como las matemáticas, con ecuaciones que no puedes resolver.

Alegría. Felicidad. Euforia. Risa. Carcajadas. Amor. Odio. Desenfreno. Rabia. Impotencia. Temor.
Montaña rusa de sensaciones, de emociones. Días largos a causa del odio, de la rabia, la impotencia o el temor. Días cortos, de esos de llorar pero de felicidad, alegres. Carcajadas de un minuto y medio que hacen que te duela el estómago. A veces es difícil mantener el equilibrio.

Siempre él.

¿De qué hablo? Sus manos, su sonrisa, sus besos. Sus ojos, su forma de ser, su perfecto pelo. La manera en la que se ríe, la manera en la que mira, me mira. No puedo. Simplemente porque todo el mundo, ya sabe lo que voy a decir, casi que lo conocen más que yo. Sólo me falta ir diciendo su nombre, pero aún no. Creo que puede esperar. Seguro que soy una de las personas más pesadas, hablando siempre de él, pero me gusta, me gusta hacerlo y ver como me sale de repente una sonrisa. Es como un pequeño vicio. No sé a ciencia exacta que siento por él, sé que es mi felicidad, que me gusta todo lo que he repetido unas mil y una veces, no vale la pena que vuelva a decirlo todo otra vez. No quiero nada más, ni nada menos, que las cosas sigan así.