miércoles, 12 de enero de 2011

Mi felicidad tiene nombre y apellidos.

Mañana, mañana será un día diferente. ¿Qué pasará? Nadie lo sabe. Yo soy nadie. Tengo mis días planeados, o mejor dicho obligados a seguir una rutina. Madrugar, ir a clase. Ver a gente que preferirías no ver. Profesores. Gente que no tiene problemas. Gente que te es indiferente. Gente que intenta ocultar sus problemas fingiendo ser alguien que no es. Falsos, muchos. Gente que te alegra los días, que te da ese pequeño empujón, ese que te da las pocas ganas de ir a clase. Vuelvo a casa. Ordenador. Tuenti para ser más exactos. No está conectado. Pasa una hora, dos. Ahí está. ¿Qué hago? ¿Le hablo, no le hablo? ¿Me contestaría? Alomejor le resulto pesada. Paso de él. Tiene un comentario, lo miro. Fotos con sus amigos. Me sé todas sus fotos de memoria. Se acaba el día. ¿Algo nuevo? No.
Ves, perfectamente puedo saber lo que me pasará al día siguiente. Hasta que llega ese día, el que todo el mundo espera. Aparece esa persona, ésa que todo el mundo busca. Ese ÉL. Esa felicidad. Entonces todo deja de ser una rutina.